Señor J.J.Benítez:
Tiene usted fama, dinero, un bienestar material
y muchas otras satisfacciones, pero es un pobre hombre, de
los más desgraciados de la Tierra, al carecer del verdadero
tesoro, que es la luz de la fe cristiana...
Muy mal
ha empleado, hasta ahora, los años que la Providencia divina
le ha concedido de vida: ha dedicado todos sus esfuerzos
y energías en ensuciar y enfangar las figuras de Jesucristo
y su Madre, la Santísima Virgen María. Ha hecho una
obra con sus libros, verdaderamente satánica: minar la fe de
la gente sencilla. Satanás —según la Biblia, en la que
usted dice no creer— es llamado «homicida y el padre
de la mentira». Y usted continúa adelante su labor destructiva,
matando almas y engañándolas con sus falsedades.
Gravísimas son sus gratuitas
afirmaciones, referentes al Evangelio, al decir que nueve de cada
diez afirmaciones del mismo son falsas, y al negar sin
más y absolutamente la divinidad de Cristo y la virginidad
de su Madre la Santísima Virgen.
Confunde usted lo que es
la fe con sus deducciones “racionales”, y echa por tierra
todo lo que no le parece lógico ni humanamente explicable.
¿No sabe usted que PARA DIOS NO HAY NADA IMPOSIBLE?
Todos respetamos su postura de ateo e increyente, pero usted
se mofa y alardea de una estúpida autosuficiencia, echando aparentemente
por tierra los dogmas de la Iglesia católica. Ha armado
usted mucho ruido, destrozo y alboroto. Todo será inútil, créame.
Muchas personas, antes que usted y como usted, han intentado,
por todos los medios, a lo largo de los siglos,
acabar con la figura de Jesús y su obra: la
Iglesia. Han dado coces contra el aguijón. Hoy apenas nadie
recuerda sus nombres y escritos, y ahí sigue Jesucristo, la
Virgen y la Iglesia para irritación y confusión de los
ateos y firmísima esperanza para todos los pobres pecadores.
Créame que
no le deseo ningún mal. Espero que la misericordia infinita
de nuestro Padre Dios, a quien usted ha perseguido con
tanta saña como ignorancia, como el incrédulo y blasfemo Saulo
antes de su conversión, se compadezca de usted y, algún
día, le salga al encuentro en el camino de su
vida y le descabalgue del caballo de su soberbia, haciéndole
comprender el gran mal que ha sembrado en el mundo
con sus escritos. Ojalá que estas líneas, con mis pobres oraciones
ante Jesús crucificado y su Santísima Madre, le obtengan el
perdón de sus pecados y aproveche en el buen camino
lo que le reste de vida.
Carta resumida. J.J. Benítez
es el autor de la serie literaria «El caballo de
Troya» y de otros divertimentos seudocientíficos.
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